Si les pidiera hacer un recuento de todos los asesinos en serie o psicópatas que tienen un lugar memorable en nuestra memoria y experiencia cinéfila, probablemente mencionen nombres como Michael Myers, Annie Wilkes, Candyman, Ghostface, Hannibal Lecter, entre otros.

Sin embargo, hay un sólo asesino en serie que ha logrado salirse con la suya, sin siquiera generar la más mínima sospecha  y pasando completamente desapercibido (inclusive, siendo sus potenciales víctimas conscientes de su apariencia e “identidad”).

Es más, si les dijera que se trata de una llanta común y corriente, probablemente, ni me tomen en serio; sobre todo ustedes, fans del  “slasher”. No obstante, si les dijera cual es la particularidad de esta llanta, hasta les puede parecer más interesante la idea. Se trata de una llanta psicópata con poderes telepáticos, que mata (literalmente) a todo aquello y todo aquél que se cruza en su camino.

¿Y por qué una llanta tendría poderes telepáticos? ¿Cuál sería la razón por la cual tendría sed de matanza? Ninguna, absolutamente ninguna razón. Y esa es (a mi humilde opinión) la genialidad de Rubber (2010) dirigida por Quentin Dupieux.

El filme empieza con un muy divertido y original monólogo declamado por Stephen Spinella que interpreta a un oficial, uno de los protagonistas de la historia. Continúa con las aventuras y desventuras de la llanta que pronto encuentra a su objetivo principal (y foco de su obsesión): una chica en un viaje de carretera a la cual no pudo “descartar”.

Aunque la historia (y el título del filme) es sobre la llanta, ésta se ve acompañada de una situación paralela: un grupo de personas, espectadores de la llanta y su recorrido por un poblado desértico.

Calificar o querer categorizar está película de “buena” o “mala”, no tendría objetivo alguno, pues depende del gusto y apreciación de cada uno. Aún así, considero que es una pieza particular que logra exitosamente transmitir su mensaje o, mejor dicho, la falta de él. Muy recomendable, ¿por qué? ni idea .