¿Ser una película filmada en blanco y negro y haber sido rodada en los años veinte equivale a ser calificada intempestivamente como clásica? no, en absoluto. Pero, en el caso de "El cantante de jazz", las razones sobran.

Hacia finales de la década de los 20, la industria cinemátográfica se encontraba en un periodo de transición muy peculiar: ¿cine mudo o sonoro? he ahí el dilema. Y aunque por mucho tiempo se ha creído que los detractores del cine sonoro lo eran simplemente por una negación al progreso y miedo a no mostrar la misma genialidad que por mucho tiempo habían demostrado; la verdad es que el miedo radicaba en la presunta pérdida de expresividad tanto de los planos como de la historia misma; cosa que se había logrado de maravilla gracias a los tags visuales y la gestualidad  propios del cine mudo. Aún así, tras descubrir que el sonido podía ser incorporado en un película gracias al sistema Vitaphone, la WarnerBros estrenó en 1927  "The jazz singer" .

Y sí, esta adaptación de una obra de Broadway cuenta con elementoss que hoy nos resultan recurrentes: el problema de la vocación y la incomprensión, los posteriores conflictos y el final feliz. Sin embargo, la excelente voz de Jakie Rabinowitz (interpretado por un magistral Al Jolson) junto a su peculiar e innegable carisma logran conmovernos de verdad y hacer que deseemos que su padre comprenda que su destino no es ser rabino sino un maravilloso cantante de jazz.

Esta es una historia que cuenta los conflictos personales que a veces supone la herencia cultural, el amor (maternal, paternal, al arte... el que prefieran), que trata de forma sutil la imagen del blackface en EEUU, mas no con prejuicios raciales, sino como una forma de expresión artística y de identidad. En fin, esta es una historia vieja, una historia buena: es una película que vale la pena, tanto por su valor "histórico", por las actuaciones de sus personajes o por las interpretaciones musicales que, personalmente, me parecen geniales.