¿Qué pasa cuando la creatividad se esfuma repentinamente?¿Qué pasa cuando todos los ojos del cine están sobre ti? Eso es lo que le ocurre a Guido Anselmi, luego de un próspero tiempo de películas excelentes, super taquilleras y miles de reconocimientos, su mente ya no puede más. Sus pensamientos discurren entre vivencias infantiles en el colegio religioso, sueños inconclusos y hasta imposibles como detener el tiempo en plena Roma de los años 60; sobre todo, las muejeres de su vida que andan rondando en su conciente e inconciente desde su amante hasta su musa intocable.

Guido Anselmi, interpretado por el galán de la época Marcello Mastroianni, es una suerte de  alter ego de Federico Fellini. Anselmi  es un director que está entre la espada y la pared: como cualquier artista ha llegado a un punto ciego donde la creación y las ideas nuevas no aparecen, lo que conduce al conflictuado director a una gran depresión y hundimiento de sí mismo. Él no sabe pedir ayuda, trata de ahogar sus penas en lugares donde no debe y con mujeres que tampoco debe tocar, pero es en sus sueños y con las mujeres de su vida donde haya esa paz,  además claro de un  baño de agua tibia organizado por su madre y la reconfortante presencia de la bellísima Claudia Cardinale.

Y así transcurre una de las mejores obras del cine italiano y también se podría decir de la historia del cine. El final es un lujo, una extravagancia como el toque especial de Fellini en sus obras, cómo Guido se da cuenta que en la búsqueda de lo nuevo y esplendoroso puede toparse con una gran verdad: su propia vida es ya de película.